España, 20 mayo 2021.- Amanece en la playa de El Tarajal en Ceuta, y a 50 metros, en el agua, asoman decenas de cabezas. Son migrantes de Marruecos que tratan de llegar al enclave español, como los 8 mil que lo hicieron desde el lunes.
Ceuta se encuentra a apenas 200 metros a nado desde la playa que hay del lado marroquí. Sin embargo, nadar con ropa puede llegar a ser agotador, y muchos acaban pidiendo ayuda a una patrulla marítima de la policía española.
Bajo un sol rutilante, grupos de hombres jóvenes deambulan por las calles de Ceuta. Hace dos días que están aquí, y su euforia inicial de haber llegado a suelo europeo se ha evaporado.
Aburridos y con el estómago vacío, dan vueltas por uno de los parques de la ciudad, y se tumban a descansar sobre la hierba.
Pese a los esfuerzos de varias ONG que distribuyen comida, muchos dicen sobrevivir con la ayuda de gente de la calle.
«La vida no tiene significado para el Gobierno marroquí», dice Mohammed Tribak, que llegó el lunes a Ceuta.
«¿Ves la gente que está muriendo en el mar?», se pregunta, y asegura que si tantos arriesgan su vida no es por capricho sino por la «crisis y el «trabajo que no hay» en Marruecos.
En la playa de El Tarajal las llegadas continuaron este miércoles, pero con cuentagotas. La policía y el ejército español se desplegaron por la arena y las rocas situadas en la frontera, protegida por una valla metálica.
La valla se prolonga sobre un pequeño espigón, que delimita la frontera entre África y la UE. Una vez rodeado a nado el espigón, algunos intentan llegar hasta la orilla, burlando la vigilancia de las fuerzas de seguridad españolas.
Los migrantes, en su mayoría hombres jóvenes, llegan vestidos con pantalón o con bañador.
Pero al poco de pisar suelo español son detenidos y conducidos a la valla fronteriza, por cuyas portezuelas son expulsados de vuelta a Marruecos. Desde el lunes más de 5 mil 600 fueron expulsados, según el gobierno español.
Ninguno es autorizado a entrar en la ciudad de Ceuta este miércoles. La excepción es un hombre de 29 años, de nacionalidad francesa y marroquí, que vino con sus documentos de identidad envueltos en una bolsa de plástico.
Empapado y con los pies desnudos cubiertos de arena, Mohammed Rezzoughi dijo que «Con el covid todo estaba bloqueado, la frontera cerrada y no me quedaba más opción que irme a nado. Era la única solución», explica a AFP. Tras presentar su permiso de conducir francés a la policía, se le permitió pasar.
Un agente de la Guardia Civil española le confirma que es libre de seguir su camino, pero que deberá pagar una multa por haber entrado de forma irregular.
Mientras se dirige al centro de Ceuta, otros tienen menos suerte y caminan sin rumbo, a la espera de ser devueltos a Marruecos.
jueves, 20 de mayo de 2021
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