Estos mensajes exponen la preocupante colusión entre el grupo delictivo Guerreros Unidos y diversas autoridades gubernamentales en un oscuro capítulo de la historia mexicana.
En un artículo publicado este sábado, el NYT desvela cómo estos mensajes apuntan a una estrecha colaboración entre Guerreros Unidos y funcionarios de los tres niveles de gobierno, proporcionando pistas cruciales para entender el destino de los estudiantes desaparecidos.
Según los mensajes obtenidos, un forense vinculado al grupo delictivo habría empleado un crematorio de su familia para incinerar los cuerpos de los estudiantes, dejando prácticamente sin rastro alguno. Un miembro del cártel reveló a las autoridades que estos hornos se utilizaban con frecuencia para "desaparecer gente sin dejar rastro".
El informe del NYT también señala que el ejército mexicano estuvo al tanto del secuestro de los normalistas, ya que sus comunicaciones eran monitoreadas. Sin embargo, las fuerzas armadas nunca intervinieron para rescatar a los estudiantes, ya que presuntamente estaban recibiendo sobornos por parte del grupo criminal.
Estos hallazgos concuerdan con las conclusiones de los expertos del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), quienes afirmaron previamente que el Estado mexicano tenía conocimiento de los eventos y no tomó medidas para proteger a los estudiantes. Según Carlos Beristain, "todos colaboraron para desaparecerlos".
Además, el NYT revela que el ejército tenía información sobre la ubicación de dos sospechosos que discutían la liberación de los estudiantes, lo que plantea la posibilidad de que los normalistas aún estuvieran con vida en ese momento.
El reportaje también subraya cómo Guerreros Unidos sobornaba a agentes de la policía para obtener protección y destaca el caso de la esposa de un líder del grupo, quien amenazó a un traficante de drogas con convertirlo en el "número 44", haciendo referencia a los 43 estudiantes desaparecidos.
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